El informe policial del 18 de noviembre del 2019 reseñó a un joven que se dio a la fuga en un vehículo Renauld Kwid tras, supuestamente, hurtarlo a una mujer y su hijo en el barrio El Toril, en Cartagena.
El arresto llegó a todos los portales de noticias locales, nacionales e incluso de su natal Arauca. En la imagen, Mauricio Díaz estaba esposado, con los ojos casi cerrados y completamente desorientado.
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Paradójicamente esa fotografía de él, un joven acostumbrado a posar ante las cámaras, fue la que cambió su vida.
“Fue un error horrible. Pedí perdón a las personas que debía, a la señora y su hijo”, cube Mauricio.
La estaba pasando bien, pero tuve un error: disfrutar más de lo debido
Detrás de esa fotografía de su arresto hay una larga historia que, reconoce, estuvo marcada por la fiesta, la locura y los excesos.
Mauricio había llegado hacía 15 días a Cartagena tras pasar unos días trabajando como modelo en Brasil. Su carrera se estaba disparando: le llegaban contratos para catálogos en distintos países de Latinoamérica y period imagen de reconocidas marcas nacionales.
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Por esos días, se hospedó en la casa de uno de sus mejores amigos, a donde llegó a descansar y conocer. Period la primera vez que visitaba a la ciudad heroica, coincidió con las fiestas de la Independencia y el Concurso Nacional de Belleza, celebraciones que se prestaron para divertirse e irse de rumba.
Duranta las fiestas de la Independencia, en Cartagena se realizan desfiles, entre otras actividades festivas.
John Montaño- EL TIEMPO
En Cartagena se encontró con varias personas con quienes había tratado en su corta carrera en la actuación (trabajó en algunos capítulos de Tu voz estéreo) y otros modelos.
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Ese lunes 18 de noviembre, Mauricio se fue con personas que apenas conocía en medio de tanta fiesta. Al mediodía, cuenta, estaba completamente ebrio.
“La estaba pasando bien, pero tuve un error: disfrutar más de lo debido. Empecé a tomar mucho, le recibía licor a quien me diera. En una de esas se me volteó el chip. No sé qué pasó. Creo que me drogaron con algo raro”, señala.
Trastorno y fuga
Mauricio cube que empezó con un trastorno en el cual sentía que había personas que lo querían matar o hacerle daño. Así que agarró su mochila y salió corriendo de la tienda donde estaba bebiendo.
Según cuenta, él huía en busca de llegar a casa de su amigo, quien no estaba con él en ese momento. Salió corriendo por las calles de Cartagena, pidiendo ayuda; sin embargo, su aspecto -confiesa- asustaba a las personas, quienes optaban por evitarlo.
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La gente no me ayudaba porque en ese momento parecía un habitante de calle
“La gente no me ayudaba porque en ese momento parecía un habitante de calle, así me veía, como un loco. Nadie me quería ayudar. Ningún carro me paraba”, cube.
Luego, en un descuido, se subió en el puesto de copiloto del vehículo de un señor, quien lo bajó del carro a gritos y lo sacudió para que despertara de su trastorno. Mauricio siguió corriendo por las calles angustiado en medio de “su mal viaje”.
Hasta que halló a dos mujeres y un niño, a quienes les habría gritado por ayuda.
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“Le dije a la muchacha que me ayudara, pero lo que hice fue montarme en su carro, no de copiloto sino en el puesto del conductor. Fue como una reacción desesperada para que me llevaran”, cuenta.
Recuerda que la joven, de 22 años, salió asustada del carro, mientras que él prendió el vehículo en medio de su trastorno.
Tras unos segundos en el carro, escuchó la voz de un niño en los puestos de atrás: “oye, para dónde vamos, ¿y mi mamá’”.
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Yo escuché al niño, me sentí mal, ahí como que reaccioné, pero no sabía qué estaba pasando o qué hacía
El escarnio público
Al escuchar la voz, Mauricio cube que paró. Salió del carro y había policías rodeándolo.
“Yo escuché al niño, me sentí mal, ahí como que reaccioné, pero no sabía qué estaba pasando o qué hacía. No tenía razón de lo que hacía. En esa condición no podía manejar nada. No fue ningún rescate de película como cube la Policía”, cuenta.
Mauricio cube que su siguiente recuerdo es estar esposado en un CAI de la Policía, con decenas de personas tomándole fotos y burlándose de él, por lo que otra vez se descontroló y recibió unas descargas eléctricas de los agentes.
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Su error se convirtió en el chisme de su gremio, la Policía lo apodó ‘Pelucas’ y period el momento que no period capaz de ser consciente de qué había hecho.
“No sabía qué sucedía. Me inyectaban hasta calmantes. Estaba loco. Yo no recuerdo nada de lo que pasó conmigo”, señala.
Yo no planee nada, me dieron cosas que no debían darme, se me cambió el chip. Pido perdón
Pero cuando intentaba volver a la calma, Mauricio period señalado de hurto, secuestro y daño en bien ajeno.
“Yo no planee nada, me dieron cosas que no debían darme, se me cambió el chip. Pido perdón. Fue algo de lo que no period consciente. No estaba en mis cincos sentidos. Fue un error horrible”, lamenta.
Tras unos días, Mauricio salió del arresto, siguió por unos meses en Cartagena para ver cómo avanzaba el proceso. Se comunicó con la familia del niño para pedir perdón por su error.
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Sin embargo, lo que pasó se volvió viral y su vida fue un tormento.
“Todo se volvió un lío bochornoso. Se volvió viral, salió en todos los medios del país. Me sometieron a un escarnio público”, cube.
Por meses encerrado en una habitación en Cartagena, Mauricio cube que entró en depresión al verse señalado en las noticias como si fuera un prison. “Sentía como si me tildaran de un Pablo Escobar de Arauca”, señala.
Salir adelante
Mauricio, de 28 años, reconoce el error que cometió por los excesos de la rumba, pero -así como cube que fue sometido al escarnio público- también lamenta que las puertas de una carrera que pintaba prometedora se las cerraron de un tajo.
Mauricio Díaz, de 28 años, también es estudiante de Administración de Empresas.
Cortesía Mauricio Díaz
La agencia en la cual trabajaba, Inventory Mannequin, no volvió a contar con él. Cuando empezó a pedir trabajos en otras compañías, las búsquedas por web lo mostraban como si fuera un delincuente de grueso calibre, situación que le parece injusta.
Cuenta que estuvo medicado por la depresión y es la hora que sigue a la espera de que se abra alguna ventana para continuar con su carrera.
En la pandemia ha sobrevivido a punta de ahorros, trabajos pequeños que logra conseguir y la ayuda de sus padres. “Me tacharon de todas las agencias, nadie me da trabajo. Mi carrera se dañó”, cube el también joven estudiante de Administración de Empresas, a quien solo le falta el grado.
Sobre su lío con la justicia, comenta que tras pedir perdón y reconocer que representaba peligro, no volvió a recibir citaciones ni ha sido requerido por las autoridades. Abogados tampoco le han dado razón de su proceso.
También considera que fue una lección para su vida, pues es un error que lo marcó y del cual ya aprendió.
“Quiero que se borre esa parte de mi vida, de ese error, que vean mi talento, que se concentren en mí. Yo quiero que se cierre ese capítulo, que me den la oportunidad. Sigo siendo el ‘pelao’ soñador que llegó de Arauca para trabajar con esmero”, cube.
ELTIEMPO.COM
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